
Toda un año de esfuerzos, sacrificios, entrega... Y, sobre todo, victorias, muchas victorias. El San Roque se juega el ascenso a Segunda División B en sólo 90 minutos y para poder sellar el salto de categoría sólo le vale un resultado: el triunfo.
Antes de entrar en faena, pongamos en pie el escenario y sus añadidos. Queda claro que determinará el Municipal, donde sólo ha caído el San Roque dos veces esta temporada, justo en su único momento de debilidad en la Liga, hace ya varios mundos. Esto determina que el escaparate no tiembla y se ilustra con sus mejores argumentos: el San Roque es casi inabordable en él. Conviene apuntar este dato porque cualquier cosa que indique buenas vibraciones será crucial para ahuyentar los malos espíritus. Durante la semana hemos oído frases como que el fútbol es alegría o drama, sin término medio.. Y ya saben como nos las gastamos los supersticiosos; ni escaleras ni gatos negros. Menos aún que te mencionen al diablo. Eso por un lado. Por el otro está el resultado y las sensaciones del partido de ida. En Mallorca empató a cero el San Roque y dejó al oponente sin conocer de cerca a Isaac, justo cuando se esperaba acoso y derribo, por lo civil o por lo criminal. Se desconoce la altura del Binissalem porque el campo condicionó a ambos. Pero queda claro que a esta ronda no se llega por casualidad, por lo que convendría presentar al adversario como un enemigo de altura que viene dispuesto a morir si es necesario.
Es la primera vez que los baleares disputan una fase de ascenso y por eso andan metidos en un sueño que les impulsa. Los rivales así tiene más peligro porque no tienen nada que perder y para ellos, con estar aquí, ya es un premio añadido a la temporada. El problema es que una vez en la senda, a ver quién es el guapo que les convence de que ya basta
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