El misterio que rodea a los desplazamientos a Huelva se fraguó la pasada campaña cuando en aquel infierno llamado Primera Andaluza el Algeciras tuvo que viajar a suelo onubense hasta en siete ocasiones. Ante rivales a priori siempre inferiores los de La Menacha sólo lograron sumar un par de victorias sufridas (en Isla Cristina al principio de Liga y en Valverde del Camino muy al final). El resto de visistas casi les cuesta el ascenso a los que por entonces entrenaba Diego Pérez Yiyi.
A la mente de los más fieles aficionados vendrán imágenes de las tortuosas expediciones en autocar a las Minas de Tharsis, Cortegana o Rosal, a pocos minutos de la frontera con Portugal.
De vuelta a la Tercera división la andadura del Algeciras echó a rodar en la capital de Huelva. Con renovadas ilusiones y un proyecto de continuidad pero ambicioso los albirrojos se llevaron el primer palo en la Ciudad Deportiva del Decano ante el Recreativo B (2-0). Aquel partido con doblete de Pablo Bernal recordó a la ristra de viajes baldíos del curso anterior. Fue el primer varapalo de una racha que posteriormente se agravó hasta costarle el puesto al entrenador.
Ahora el Algeciras resiste gracias a los tres triunfos seguidos que logró antes de caer la última jornada frente al líder Alcalá. Pero el crédito para los de Pablo no es excesivo. La reacción de los de abajo ha vuelto a poner el descenso a un par de puntos... a tiro de un resbalón.
Los algeciristas consiguieron hace dos jornadas desprenderse de una pesada losa tras ganar a domicilio después de más de 200 días. Vencieron en Córdoba al filial verdiblanco (0-3) y espantaron un mal que se había convertido en fobia. Ahora tienen por delante la oportunidad de derribar otro viejo mito: hacer que las visitas a Huelva sean más plácidas a la vuelta en el autobús.
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