El partido arrancó equilibrado, sin apenas llegadas al área, aunque siempre con mayor presencia y empaque del equipo visitante. No tardaron en llegar las ocasiones para los pozoalbenses. La primera, a los once de juego, en un balón al espacio que no pudo cazar Hugo, generando un rechace que Javi Cabezas quiso introducir de vaselina en la meta de Miguel Rosas. La pelota se marchó por encima del larguero. Minutos después, Isidro se plantó solo ante el cancerbero portugués, pero no supo cómo batirle.
Los de Manolo Espina, que no daban una a derechas en la circulación de pelota, apenas se aproximaron a la meta de Díaz en la primera media hora, salvo en una jugada en ruptura en la que por fortuna el asistente de López Segura decretó un fuera de juego bastante protestado por el respetable. El Pozoblanco volvió a avisar en ese tope horario, en un escarceo de Javi Cabezas, que pasó a Hugo para que este disparara demasiado flojo a las manos del meta contrario.
El mismo futbolista tuvo otra opción en un error monumental de la defensa del Ayamonte, pero ni tiró ni pasó a Pedro, que se la pedía por el segundo palo. Corría el minuto 36 y dos después llegó la jugada clave del partido. Un pase de Ángel Castellano buscando a Hugo lo cortó Guisado aparentemente con el pecho, aunque el árbitro vio mano. Penalti y segunda amarilla para el lateral onubense, que dejaba a los suyos con diez. Pedro fue el encargado de lanzar desde los once metros, y aunque Miguel Rosas le adivinó la intención, aprovechó el rechace para adelantar a su equipo.
De la sentencia a la igualdad
El Pozoblanco vio abierta la posibilidad de sentenciar el encuentro, y se lanzó arriba a por el segundo. Y llegó. Isidro, en una acción personal, disparó con fuerza desde la frontal y batió a Miguel Rosas. Pero cuando el partido parecía muy cerca de la sentencia, los vallesanos se despistaron prácticamente nada más reanudarse el juego y los ayamontinos recortaron distancias.
Rubén Negrete, de cabeza, batió espléndidamente a Díaz para ponerle pimienta al duelo. Y no quedó la cosa ahí. Porque en el añadido, en una falta concedida por Almodóvar en la frontal del área, Papu la puso en la escuadra pozoalbense para dejar todo para la segunda mitad.
Gran segunda parte local
Una reanudación en la que el Ayamonte, de manera increíble, empezó mucho mejor que su rival. Entró un delantero, Juan Antonio, por Álvaro, y tuvo una primera ocasión que acabó en córner. El Pozoblanco no conseguía sacar rédito a su superioridad numérica, que no se notaba sobre el campo. Salvo algún escarceo de Hugo e Isidro en los primeros instantes, nada de nada en ataque.
Eso cambió al fin en el doce de la segunda, ya con Bermúdez, Manu Leal y Borja calentando, cuando Pedro se plantó cara a cara contra Miguel Rosas, que le ganó otra vez la partida. Ahí y en una acción posterior de saque de esquina. Los vallesanos se animaban y al cuarto de hora, Isidro rompió bien por la izquierda, pero lanzó desviado.
Hidalgo metió a Bermúdez como primer cambio, por el amonestado Hugo, y el equipo lo agradeció. Los locales parecían pagar el esfuerzo y los pozoalbenses se fueron arriba. Javi Cabezas hizo diabluras por su banda y puso un centro preciso y precioso en la cabeza de Isidro, que con toda la portería para él, remató fuera. Luego, el mismo Cabezas firmó otra acción personal, en la que disparó
Espina agotó sus cambios con las entradas de Juanjo y Carlos, refrescando a un equipo que pudo hacer la hombrada en el 76, cuando Juan Antonio desaprovechó una dejada perfecta de un compañero estrellando su tiro contra Díaz. El encuentro estaba abierto y luego fue el Pozoblanco el que dispuso de un par de ocasiones, en sendos remates de Almodóvar y Juanfran en acciones a balón parado.
Poco a poco, y sin que Hidalgo moviera más el banquillo ni quitara ningún defensa de los cinco pese a jugar en superioridad, al equipo vallesano se le fue terminando el tiempo. El duelo se metió en los minutos finales, en los que intentó empujar sin orden ni concierto. El Ayamonte se defendió bien, achicando todos los balones posibles, buscando amarrar un punto que daba por bueno desde hacía rato. Y que terminó consiguiendo para desesperación de los blanquillos.
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