Y Raúl González Blanco, el capitán, recibía en medio el bullicio, aquel preciado trofeo, la séptima, que tanto tiempo había añorado el madridismo, mientras el autentico artífice de ello, Del Bosque, llevaba ya con los suyos, un buen rato en el vestuario de aquel estadio recordado por todos en aquel momento.
Espero que os haya gustado el inicio de este carta, porque es la sensación que tuve, el pasado Domingo cuando todo había finalizado sobre el césped del Pepe San Andrés de la localidad y se producía aquella noticia que ya desde hace tiempo tenias meditado.
He preferido escribirte días después porque, quería comprobar in situ, el efecto cascada que iba a tener la noticia, con la mirada analítica con la que un torero a través del burladero hace del toro una vez que salta al ruedo de la plaza antes de realizar la faena.
Y es que Chato, mi amigo, se retira, se va metro y medio de carácter, de competitividad pura, de garra, pero con un corazón inmenso.
El equipo lo echará de menos, sobre el terreno de juego, pero seguro que estará, apoyando a sus compañeros, porque sale del mismo el hacerlo.
Quizás las teclas de mi ordenador y mías palabras no sean nada objetivas porque, le mire con otros ojos bien diferentes, porque hemos vivido demasiado juntos y no solo lo digo a nivel futbolístico sino también a nivel personal.
Siempre dije, que chatin, me recuerda y mucho al gran Juanito maravilla. Seguro que le echaremos de menos, en algún momento, en la grada del Pepe San Andrés la próxima temporada. Un guerrero en el campo, un corazón inmenso, después de la ducha.
Tengo muy claro, que detrás de un gran futbolista, debería de existir un gran entrenador y José Antonio encaja en el perfil de ello, porque seguro que va a llegar a serlo.
Quiero finalizar esta carta, dándote las gracias, por abrirme las puertas de tu casa, por esos grandes ratos de tertulias vividas, por las múltiples risas que hemos echado, por los partidos que hemos vivido y que viviremos juntos, por tus apoyos constantes, incluso en mis momentos de debilidad emocional. Gracias por todo.
Lo mejor de todo esto es que, seguiremos manteniendo, las tertulias del Savarín, aquellas en la que intentamos arreglar el mundo con una Coca Cola y después cada gorrión a su nido.
Déjame decirte en este final, que no te doy un beso, como Rakitic, porque de momento ni coso para la calle, ni tengo intención de cantar copla, pero si un fuerte abrazo el que espero que con el paso del tiempo siga manteniendo el grado de hermano que en cierta ocasión me otorgaste.
Por lo vivido, por nuestra amistad, gracias por todo Eterno capitán, eterno Chato, hermanos para siempre.
Un saludo cordial.
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