El San Roque ha experimentado una ligera metamorfosis este invierno. Las dos primeras salidas ocurrieron a finales de año, en diciembre. La primera, la de Nico Bezares al vecino Guadiaro, fue la más traumática ya que los rojos no querían dejar salir al jugador y solicitaron una compensación que hubo que negociar. Fue el aviso para evitar una posible desbandada gratuita. Poco después el delantero José Luis Romero pidió volver al filial de la Balona, club que lo había cedido en verano. Fue un caso distinto ya que el sub-23 estaba a préstamo y apenas gozaba de minutos.
El nuevo año trajo tres marchas más. El gibraltareño Liam Walker se fue a probar a un Primera de Israel y, tras negociar su salida, fichó para probar suerte en el fútbol profesional. El siguiente en pedir la baja fue el tesorillero Nacho Pérez, otro falto de minutos que quería volver a casa. No tuvo demasiadas trabas tampoco. Y el último en coger la puerta es el algecireño Juanma, que, tras tener que negociar también, pondrá rumbo al fútbol de Polonia.
Estas cinco salidas han sido contrarrestadas por el club con las llegadas del linense Ezequiel, exbalono procedente del Arroyo, el delantero algecireño Miguelito, exalgecirista procedente del Córdoba B, y el linense y exrojillo Cristian Morente, sin equipo tras la retirada del Estepona. Tres refuerzos consagrados y de calidad. Los rojos han tenido la posibilidad y disponen de espacio para incorporar a algún jugador más pero la directiva cree que con lo que hay es suficiente.
Manolo Muiño y Alfonso Collado, los sustitutos de Diego Pérez Yiyi en el ecuador de la competición, disponen de estos veinte efectivos para acabar lo más arriba posible: los porteros Goyo y Borja; los defensas Javi Chacón, Antonio Jesús, Trujillo, Johny, Mena y Marín; los centrocampistas Nacho Fernández, Javi Catalán, Ismael, Ezequiel, Juanjo, Porrúa, Cristian y Cintas; y los atacantes Manuel, Alvi Carrasco, Diego Stoichkov y Miguelito. La suerte está echada.
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