MI LEMA

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lunes, 3 de octubre de 2011

UN ARBITRO DINAMITA LA ILUSION



Un partido que no era duro. Un partido casi exquisito. Un partido más de Segunda B lo convirtió el colegiado, Perdigones Pacheco, en una auténtica feria de despropósitos, perjudicando de forma absolutamente decisiva al San Roque de Lepe que tuvo que jugar más de media hora con tres jugadores menos, es decir, sólo siete futbolistas de campo y, aún así, sólo cayó al final y con un tiro lejano de Vadillo, porque el verdadero peligro lo puso San Roque de Lepe en igualdad numérica.

Todo el análisis del partido queda relegado a un segundo plano debido a la obscena pérdida de papeles del árbitro del encuentro, aunque las cosas hay que contarlas. Y lo que pasó en igualdad de condiciones fue que el San Roque era el que jugaba a lo que quería. Es cierto que la posesión era del equipo de Vidakovic, pero no es menos cierto que esta posesión no se traducía en jugadas de peligro, ni siquiera en remates. En cambio, el cuadro de Tevenet permanecía atento en defensa y activo en ataque, de modo que disfrutó de las mejores ocasiones para ponerse por delante en el marcador. La primera de ellas se produjo en el minuto 11, una gran jugada colectiva que terminó con un centro de Adrián para Berrocal, quien remató con todo de cabeza, pero la bola se marchó por escasos milímetros por encima de la portería del meta bético.

Poco después, era Moscardó buscó el disparo de volea desde la frontal, obligando a Adrián a realizar un paradón para enviar la pelota a córner; y a resultas de ese saque de esquina lo probó de nuevo el capitán aurinegro, pero su disparo no encontró la portería.

Con el San Roque bien plantado y con las ideas muy claras, se fueron sucediendo las ocasiones, como la del minuto 17, un pase de lujo de Rubio para Berrocal, que no estuvo afortunado en el mano a mano contra Adrián, ante quien cruzó demasiado la pelota. Cada vez que Jesús Rubio entraba en contacto con la pelota, pasaban cosas interesantes, se marcaban las diferencias, se mascaba el peligro. La única ocasión en el haber del filial verdiblanco fue una falta frontal que lanzó alto Kike.

Por el contrario, el San Roque seguía a lo suyo, también intentándolo a balón parado, como en el córner que lanzó Rubio muy cerrado y aún no se sabe cómo la pelota no encontró la portería, sacada bajo los palos entre la defensa y el portero. 10 minutos más tarde, de nuevo Rubio formaba el lío entre líneas, gambeteando y buscando el disparo, que terminó en las manos de Adrián.




La polémica comenzó a aparecer en la recta final de la primera parte, y siempre contra los intereses del San Roque, puesto que se le anuló a Berrocal un uno contra uno ante el portero rival por un fuera de juego más que dudoso.

Pero Perdigones Pacheco tenía reservado lo mejor para la segunda parte. Así, en el primer minuto de la reanudación, Rojas remató trabado, agarrado de forma descarada y el colegiado, en lugar de señalar la pena máxima, le mostró la primera amarilla al defensa aurinegro, algo que sería decisivo más tarde. Antes, Rubio estuvo a punto de adelantar al San Roque de Lepe, al rematar un rechazo del portero del Betis B, que estaba fuera de sitio, y que no encontró la portería por poquísimo.

Y hasta ahí lo que dio de sí el partido. Desde ese momento, Lobato vio de forma injusta la segunda amarilla, una mano absolutamente involuntaria; al igual que Rojas, esta vez de forma justa, aunque no debió ser decisiva si el trencilla hubiera acertado en el penalti; y en la misma protesta el que vio también el camino de los vestuarios fue Moscardó por decir, precisamente, la verdad al trencilla: que se había cargado el partido.

Desde ese momento, con sólo 7 jugadores de campo, el San Roque hizo lo que pudo, defenderse y no conceder espacios fáciles al rival; y la inoperancia del Betis B en este sentido facilitó la labor; pero Vadillo encontró el tiempo suficiente en el minuto 78 para buscar el disparo, un chut cruzado que pilló a José Ramón un poco adelantado y ante el que nada pudo hacer.

Desde ahí hasta el final, el San Roque se limitó a no hacer más grande la herida y a buscar alguna contra o balón parado milagrosos, pero fue misión imposible. Por su parte, el colegiado, para poner el colofón a su triste espectáculo, añadió todos y cada uno de los 5 minutos que anunció, cuando era algo absolutamente innecesario.

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