En la primera mitad ya pudo comprobarse que el Ayamonte llegaba dispuesto a exponer lo justo. Demasiado conservador, el equipo fronterizo no se adaptó nunca al césped artificial del Municipal marinaleño, retrocediendo paulatinamente hasta quedar prácticamente agazapado en las inmediaciones de Nacho. Sólo se estiraban los onubenses en contadas ocasiones, casi siempre a balón parado, viviendo así su única posibilidad seria de llevarse el triunfo. Fue en una falta lateral muy cerrada, que acabó encontrándose el cancerbero Casi, como el Ayamonte acarició el gol, pero sería justo reseñar que el acto inaugural tuvo claro color local. Con todo, el frío y el aguanieve perjudicaron lógicamente al fútbol, por lo que el centenar de valientes aficionados que se dio cita en el nuevo estadio de Marinaleda apenas tuvo espectáculo con el que disfrutar.
En la reanudación, Cándido Rosado renunció definitivamente al ataque y encomendó las opciones ayamontinas únicamente al contragolpe, si bien apenas gozó de aproximaciones reseñables al área rival. El descarado repliegue de los visitantes favoreció lógicamente al conjunto tricolor, que fue intensificando su acoso sobre la portería de Nacho. La acumulación de hombres, eso sí, impedía que las combinaciones marinaleñas llegaran a buen puerto, por lo que el equipo anfitrión trataba de aprovechar las faltas y los saques de esquina.
Y, cuando ya el empate parecía inamovible, un balón cruzado botó más largo de lo previsto, por lo que Manolo Barba tuvo que estirar el brazo para cortarlo. Como quiera que el bollullero estaba dentro del área, el colegiado ceutí señaló el punto fatídico a pesar de las protestas rojinegras. Ávalo, con el tiempo reglamentario prácticamente cumplido, transformó la pena máxima para dejar los tres puntos en casa y compensar al único equipo que realmente fue a buscar la victoria en el Nuevo Municipal de Marinaleda.
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